Por: Héctor Gamboa
Durante el auge del presidencialismo mexicano entre los años 50s a los 70s, en los que un partido político detentó el poder absoluto en el país, el PRI, el periodista y escritor Luis Spota publicó una serie de seis tomos que hablaban sobre el ascenso de un político hasta la presidencia de la República, la manera como usaba el poder absoluto, la forma en que decidía a su sucesor y luego el exilio forzoso al que el propio sistema lo sometía para no hacerle sombra al nuevo gobernante.
«La Costumbre del Poder» se intituló esta saga de libros en las que Luis Spota describe perfectamente las entrañas del presidencialismo mexicano y desmenuza la forma en que el gobernante en total soledad, desatendiendo todo tipo de consejos y tomando decisiones de una manera unipersonal, hace usufruto del poder.
Spota hace una radiografía puntual de la manera en que el autócrata gobierna, rodeándose de fieles que no le hagan sombra ni le compitan, sólo como simples vasallos que operan sus decisiones, sin cuestionarlas.
El poder aísla de una manera en la que el poderoso vive en una burbuja de cristal, que lo aleja de los verdaderos problemas de la gente, viviendo en un mundo en que mira un espejismo confundiéndolo con la realidad, pero que no es lo que sucede en las calles de México.
A la manera de Potemkim, el colaborador más cercano de la zarina Catalina, sus colaboradores le muestran un país que no es el verdadero, suplantando la realidad con un México surrealista que solo en su mente cabe, por lo que con tal falsificación vive creyendo que sus políticas públicas inciden verdaderamente en el bienestar de la población, sin ver que en realidad que solo son placebos que no curan nada.
En la parte final de la saga de libros de Spota, al cambio de estafeta en la presidencia de la República, el ex presidente se da cuenta de que todo el poder que acumuló y que detentó, se le escurre entre las manos como si fuera agua. Se convierte en un exiliado político sin derecho a participar en la vida nacional, so pena de ser castigado por el mismo sistema.
Contrariamente, en el México actual, el presidente saliente se despide sin despedirse, dice alejarse de la vida pública pero no lo hará y sin embargo deja a la mitad de sus incondicionales en puestos claves del gabinete, a su familiar controlando el partido político en el poder, y un guión que debe acatarse puntualmente por la nueva mandataria, puesto que ambas cámaras legislativas siguen siendo adictas al que se fue.
Difícil panorama enfrentará la presidenta Claudia Sheinbaum, quién para poder gobernar debe necesariamente sacudirse del manto protector del Mesías, puesto que de lo contrario tendrá limitada su esfera de mando.
El guión preestablecido subordina el campo de acción de la presidenta, puesto que ella misma ha dicho que es un compromiso continuar con el legado del Peje, es decir, continuar con los programas que tienen un alto costo económico para el país, con obras que no generarán utilidad ni en el corto ni en el largo plazo y que son una sangría para las finanzas públicas.
La mandataria Sheinbaum ocupará necesariamente ponerle su estilo personal de gobernar y su sello a la administración pública federal, por lo que deberá hacer de tripas corazón y repensar bien el camino.
En su célebre libro «El Príncipe», Nicolás maquiavelo lo escribió claramente: La sabiduría consiste en saber distinguir la naturaleza del problema, y en elegir el mal menor.
Elegir el mal menor debe ser prioridad para el nuevo gobierno, pues el país difícilmente aguantará con las carencias que tenemos en los más importantes rubros como lo son la salud, la educación, los apoyos al campo y a la ganadería, los fondos para paliar las catástrofes atmosféricas y otros moles parecidos.
Sheinbaum tiene preparación académica y una visión de verdadera izquierda, pues desde joven su militancia fue en áreas que incluso pudieran considerarse radicales de la lucha social, por lo que sabe que no por cerrar los ojos se cambian las cosas.
Maquiavelo también dijo otra importante cuestión: «En general, los hombres juzgan más por los ojos, que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven».
Pero seguir apostando a los usufructo de la ignorancia como generador de votos simplemente, es quitarle a México la posibilidad de alcanzar nuevos estadios de desarrollo, con gente preparada que tenga la visión y la educación para hacer que México sea protagonista del escenario mundial, pero también dándole un nivel de vida digno a los ciudadanos.
Es la tarea.
Y una vez que el Gamboa terminó su vómito acostumbrado, Los invito amigos y enemigos, a opinar.