Por: Héctor Gamboa
Edmundo Valadés, periodista y escritor, fecundo creador literario, entre otras obras acuñó «La muerte tiene permiso», libro de cuentos que relatan la angustia de los campesinos ante un gobierno ciego y negligente, que utiliza su ignorancia para cometer abusos constantes, por lo que se delibera en asamblea qué hacer con el político nefasto.
En «La muerte tiene permiso», Edmundo Valadés «describe claramente el nivel de hartazgo de una sociedad contra los excesos de sus gobernantes en plena reforma agraria, la ausencia de justicia, la impunidad acompañada de soberbia de un sujeto que se sabía no sería castigado, la ceguera e inacción de las autoridades, el contexto de pobreza y marginación, describen la rabia del pueblo en contra del gobierno», nos dice la bendita Wikipedia.
Y en verdad, el hartazgo social ante la brutalidad de la realidad mexicana, puede desembocar en la intención de la gente de hacer justicia por su propia mano, dado que las fuerzas federales se desentienden de su quehacer constitucional de garantizar la seguridad nacional, para dedicarse a ser «chalanes» en la construcción de múltiples obras hechas al capricho del anterior presidente.
La creación de las autodefensas en Michoacán fueron precisamente por el hartazgo de la población al ver que las bandas alegremente se disputaban el control del estado y de los estados vecinos, mientras que las fuerzas federales hacían caso omiso del baño de sangre.
La justicia por la propia mano se convirtió no en una alternativa, sino la única solución posible para frenar la delincuencia.
Las fuerzas armadas administran aduanas y puertos, construyen canales y presas, aeropuertos y trenes, tienen bajo su control líneas aéreas, pero cuando se trata de ir en contra de sus adversarios naturales, hacen omisión de su quehacer, a menos de que se vean forzados a intervenir.
En México la lucha contra el flagelo del narcotráfico no es una tarea prioritaria de las fuerzas federales, sino que solamente lo hacen de manera defensiva o cuando los hechos los obligan a participar en el combate frontal a la violencia, pero practican religiosamente la política de ‘abrazos y no balazos», que prácticamente le dan impunidad a los delincuentes.
El brutal asesinato de Alejandro Arcos Catalán presidente municipal de la capital del Estado de Guerrero, Chilpancingo, demuestra la tremenda descomposición social que vivimos, lo lacerante que significa el cáncer de las bandas del narcotráfico, apoderados de gran parte del territorio nacional, sin que las autoridades federales pongan orden.

Antes de la muerte de Arcos Catalán, fue sacrificado su director de seguridad pública y el secretario del ayuntamiento de Chilpancingo.
Y así, el país está anegado de sangre en todos los rincones de la suave patria que describió López Velarde, quedando pocos lugares sin ser un lago hemático que llena de luto a miles de familias mexicanas.
Platicando con familiares que viven en Mazatlán Sinaloa, me comentaban que es triste ver el abandono de los centros turísticos y comerciales de la ciudad. Cómo el miedo se ha enraizado en la mente de la gente y ya es habitual, cotidiano, el ver hechos de sangre por doquier.
Así muchas zonas del país, se vive en el terror que no parece parar, mientras que nuestros soldados desfilan el 16 de septiembre y muestran su enorme poderío, pero solo para ganarse el aplauso de la gente y de los políticos.
La muerte tiene permiso cebaticina lo que puede ocurrir en cualquier momento en México: que la gente se harte y decida sacar del arraigambre más profunda del México bronco, el instinto de supervivencia.
Sólo nos queda esperar que la presidenta Claudia Sheinbaum decida poner al ejército a limpiar el país, dejándole las obras civiles a los civiles, las aduanas y puertos a los expertos en hacienda pública, los aeropuertos y líneas aéreas a los expertos en aviación, para que no se nos siga catalogando en el mundo como un narco estado.
Sheinbaum tiene la preparación académica para hacerlo, además que no abreva de los odios y rencores que consumían al anterior presidente, por lo que puede dar gradualmente un cambio de timón en las políticas públicas sobre seguridad.
El 2 de noviembre celebraremos el día de muertos como nunca: con una herencia del anterior gobierno de más de 200 mil asesinatos.
En México, la muerte tiene permiso…