Al Bat

Por Jesús Alberto Rubio

Héroes del beisbol

Los números 24 y 11 son inmortales en el “Tomás Oroz Gaytán”, qué gran homenaje y valoración se las ha dado a los hermanos Vicente y Enrique Romo

Bien por el Club Yaquis de Cd. Obregón que los honran de esta manera, tal y como ya lo hicieron con Roberto Vizcarra (4), Jesús “Zurdo” Robles (21), Francisco García (12) y Vinicio Castilla (9).

El número de Vicente es el 24, mientras que el de Enrique, el 11; ambos, miembros distinguidos del Salón de la Fama del Beisbol Profesional de México, con sede en Monterrey, desde 1992 y el 2003, respectivamente.

Ambos, nativos de Santa Rosalía, BCS –El Rincón Beisbolero, de aquella ciudad, que dirige Ignacio Arce Alvarado, les entregará sendos diplomas de reconocimiento– aunque fue Guaymas donde disfrutaron al lado de sus padres su niñez y adolescencia. Noble gesto, ¡excelente!, que se patentizará a través de los  colegas Asención “Tibo” Sánchez y Marco Antonio “Kilochas” Rodríguez.

Vicente y Enrique, sabemos, mostraron  su talento y capacidad en el mejor beisbol del mundo como los dos  únicos hermanos, nacidos en México, en establecerse en Ligas Mayores.

“El Huevo, con Padres, Medias Rojas, Medias Blancas, Indios y Dodgers; Enrique “El Huevito”, luciendo con los Piratas de Pittsburgh y Marineros de Seattle.

Enrique, campeón mundial como relevo con los Bucaneros, guiados por el bateo de Willie Stargell, cuando derrotaron en el Clásico de Octubre a los Orioles de Baltimore.

A Vicente Romo se le califica como el “Cy Young” del beisbol mexicano; “un poeta del montículo; un artista de la loma”, dice el colega Jesús Orlando Torres Enríquez, coordinador de Prensa de la franquicia Yaqui.

Y no anda errado: siempre tuvo un extenso repertorio de pitcheos; una inédita sapiencia de la zona de strike y como bien anotó: “un bagaje de trotamundos que lo llevó desde Guaymas a Boston, de Obregón a San Diego, de Culiacán a Los Angeles o de Hermosillo a Cleveland”.

Y siguió de frente:

Escribió su historia de éxitos tanto en verano, invierno o en el mejor béisbol del mundo. Siempre dejó su alma en el terreno, jamás sacrificó un partido por la gloria individual; siempre puso antes a su equipo que a su persona, un lord del béisbol, un caballero del diamante.

Vestido de Yaqui, Vicente Romo obtuvo algunos de sus más grandes logros; como olvidar su histórica racha de no permitir carrera limpia en 99 entradas con dos tercios, o el primer partido perfecto que se lanzó en esta liga una tarde inolvidable en el puerto de Guaymas; menos su gran trabajo monticular en la post-temporada de la temporada 1972-1973 donde los Yaquis, obtuvieron su tan ansiado segundo gallardete.

“El Huevito” Romo

De Enrique Romo señala que fue uno de los más grandes lanzadores en  México; su entereza y entrega lo hicieron sobresalir en cualquier liga que participó.

En 1967, Enrique Romo llegó al beisbol invernal mexicano con Guaymas donde impuso su calidad desde el principio, al poner un increíble marca de 15-4 y una diminuta efectividad de 1.53; esto le dio la presea de Novato del Año.

A Obregón llego en 1972, en esta ciudad se quedó siete campañas, pero sin duda entre el 1974 y 1977 estuvo simplemente intransitable al ganar 32 partidos a cambio de sólo 8 derrotas.

Su legado está ahí, no existe ningún lanzador en la historia de esta plaza con mejores credenciales, Romo salió victorioso en el 64 % de sus decisiones su marca de  (58-28) lo testifican.

Con Yaquis logró los nombramientos de Pitcher del Año en las temporadas de 1974-75 y 1975-76 al mostrar record idéntico de 12-2 en ambas campañas.

“Temido por sus contrincantes, respetado por sus colegas y admirado por la fanaticada que lo vio lanzar. Un Yaqui de corazón. Su legado será perpetuo, su nombre por siempre estará ligado a ser un inmortal de esta organización cajemense”. 

Una riqueza de historia, si duda, envuelve a los hermanos Romo y, hoy se refrendará con el clamor, admiración y cariño de la afición de todo el valle del Yaqui.

Desde esta trinchera, va abrazo y cálida felicitación a estos dos grandes héroes del beisbol, ¡sí señor!

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