EL CANTO DE LA SIRENA
Segunda de cuatro
Seguimos con el contexto introductorio. La comunicación marítima de cabotaje en los puertos del país cobraba una gran importancia debido a las deficientes vías terrestres como caminos, carreteras y puentes que en este período se encontraban en un estado francamente desastroso en la mayor parte del país, por ejemplo, con bastantes riesgos salía una diligencia de la ciudad de Tepic, Nayarit con destino a Guaymas, Sonora cruzando todo Sinaloa. El período porfirista en Sinaloa se vive con el gobierno del general Francisco Cañedo Belmonte, originario del municipio de Acaponeta, Nayarit, personaje que fue como un álter ego de Porfirio Díaz, gobierna veintidós años y medio con algunas intermitencias desde 1877 hasta 1909, abarcando prácticamente todo el porfiriato.
Con el general Cañedo, respaldado obviamente por el otrora héroe de las Guerras de Reforma y de la intervención francesa, se instrumentó una legislación muy favorable a las empresas extranjeras, otorgándoles grandes facilidades para el auge sobre todo en la minería en el sur del estado. Por ejemplo: en el municipio de Concordia, la rica zona minera de Copala, Pánuco, Santa Lucía, cuya explotación estuvo a cargo de la inglesa Felton’s Copala Mining Company Limited, la Butters Copala Mines Inc. y la Compañía Minera de Pánuco; en el municipio de Cosalá la empresa Guadalupe de los Reyes y en el municipio de El Rosario, Minas del Tajo S. A., Santa Gertrudis S. A.
Todas las empresas con un gran número de concesiones extrayendo las piedras ricas principalmente de plata, trabajo hecho sin ninguna restricción que beneficiara a la geografía del lugar ni a la salud de los mineros que caían frecuentemente con enfermedades pulmonares que terminó con muchas vidas. Si esto fuera poco, al colmo se llegaba con las propiedades mineras de los hermanos Wolfskill, con más de dos decenas de concesiones en el hoy municipio de Concordia, sobre todo en Copala y Pánuco, donde “explotaron yacimientos sin establecer ninguna empresa legalmente constituida (…).” (La minería en Sinaloa, R. Arturo Román Alarcón, UAS, 2017), esto no pudo ser posible sino con a la complicidad de autoridades de todos los niveles, llegando al gobierno del estado y federal.
Regresando a nuestro tema, desde el año de 1896 el empresario Jesús Escovar firma un contrato con el ayuntamiento de Mazatlán para alimentar el alumbrado público, en 1901 con su ya conformada Sociedad Industrial Escovar Hermanos renueva el contrato para ampliar y mejorar la iluminación eléctrica en las calles del puerto igualmente el Hospital, cárceles, jardines como la Plaza Machado, la Plaza Hidalgo, Jardín Zaragoza y el mercado. En 1904 los hermanos Escovar asociados con varios empresarios como José H. Rico, Andrés Avendaño, Roberto Henderson, Gerald E. Ward, Herbert Wooster Felton entre otros establecen la Empresa de Corriente Eléctrica S. A., para continuar con el abastecimiento de la energía a la ciudad de Mazatlán, en 1905 el señor Arthur de Cima adquiere la empresa eléctrica como dueño único, extendiéndose al abastecimiento de hielo, de gas, y monta el primer ferrocarril urbano de Mazatlán.
Fue hasta el año de 1928 que la empresa es comprada por la compañía norteamericana Abastecedora de Luz, Fuerza y Agua S. A. (ALFA), ampliando la capacidad de generación, encargándose del alumbrado público, de la fuerza motriz y de la venta de agua a la población, instalándose en un edificio recién construido. En la década de los treinta en el municipio de Mazatlán además de empresa ALFA S.A. que era de servicio público, operaban otras tres: una de la Compañía de Motores Deutz Otto Legitimo con una planta para uso propio; otra planta en Villa Unión de 6 mil 250 Kw para el alumbrado de su población y la tercera que generaba para el Ingenio El Roble propiedad de una firma denominada Hermanos Hass y Compañía, igual había pequeñas plantas en El Rosario y Escuinapa. En los municipios de Concordia y San Ignacio, a diferencia del resto de las plantas que eran termoeléctricas, se pudieron construir tres pequeñas hidroeléctricas, con sus represas, aprovechando las corrientes de agua que bajaban de la sierra de Durango.
En 1937, año en que se crea la Comisión Federal de Electricidad, en Sinaloa todavía no se tenía la capacidad de generación eléctrica que pudiera cubrir todo el estado, el servicio llegaba a solo algunas poblaciones en doce municipios, de las más de 30 pequeñas generadoras que se tenían en el estado, la mayoría eran termoeléctricas a base de carbón mineral y combustóleo, por ser la posibilidad más rápida de instalar plantas y cubrir la demanda que crecía de la mano del auge agrícola e industrial tanto en Culiacán como en el puerto de Mazatlán. De todas estas plantas únicamente 16 eran destinadas al servicio público.